En Díptico: La puerta que falta y La habitación perdida, varios personajes se desarrollan en espacios de los que no pueden escapar. Partieron en busca de un ideal, con un sueño y una esperanza y siguen vagando por un laberinto misterioso y macabro en el que se encuentran perdidos. Viven entre la realidad y la imaginación. Gabriela Carrizo y Franck Chartier crean un mundo inquietante, oscuro y cerrado, típico de la obra de Peeping Tom, a la vez que centran las piezas en un lenguaje único y extremo de movimiento y performance.
Cada parte del díptico tiene su propia ambientación y evoca un set de rodaje. La puerta perdida, en una habitación o pasillo lleno de puertas que no se abren. La habitación perdida, en un camarote de un barco, centrándose en el mundo interior de los personajes. Los cambios de escenografía entre las piezas se realizan a plena vista y se integran en la obra, como si se tratara de un montaje cinematográfico en directo.
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